calcar los pies cabos en el polvo del camino. no saltarse ni una piedra. con los ojos, los pies, los dedos. atarse la lengua a las manos como única salida al autoengaño. saltarse las reglas del tres, las pruebas del nueve, caer implacables sobre la verdad del doce, de nuevo el tres, el principio en movimiento. conducirse por la senda de la verdad sin extremis, sin gestos, sin-fonías, sin-lencios. fijar los ojos que no tenemos en la meta que no existe, y correr por los pasillos de cada minuto como si perdiéramos el último grano de maíz, el último aliento, la última gota de sudor, porque nada nos sobra cuando viajamos solos pero con todos, siempre pero hacia el nunca, fuerte pero con el débil.
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