Silencio.
Pensar no es como descender por las horas frías del día que muere.
Es amanecer con ganas de lluvia torrencial en la ventana
para no ver que más alla hay mar.
Cada lágrima vieja es un paraíso perdido,
un eon invertido en la nada más ciega.
Cada vez que nos sentamos al espejo de lo antiguo
nos olvidamos de cocinar el plato del ahora.
En ese momento, nada ni nadie nos detendrá
en la carrera contra nosotros mismos.
Pensar no es como descender por las horas frías del día que muere.
Es amanecer con ganas de lluvia torrencial en la ventana
para no ver que más alla hay mar.
Cada lágrima vieja es un paraíso perdido,
un eon invertido en la nada más ciega.
Cada vez que nos sentamos al espejo de lo antiguo
nos olvidamos de cocinar el plato del ahora.
En ese momento, nada ni nadie nos detendrá
en la carrera contra nosotros mismos.
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