Desde la mirada blanda del humilde
nada pesa como las intenciones últimas que escondemos en cada silencio.
No es justo pelearse por las sobras de la felicidad, ni digno.
Pero nuestras manos se mueven solas y ajenas a quien las comanda,
y cuentan con los dedos los minutos regalados
mientras esperan su recompensa de esclavas voluntarias.
Porque entre los bosques de la palabra se esconden alimañas,
y tampoco es justo abandonarlas a su suerte.
La salvación no es el don de lo bello, sino la esperanza de luz para lo miserable.
nada pesa como las intenciones últimas que escondemos en cada silencio.
No es justo pelearse por las sobras de la felicidad, ni digno.
Pero nuestras manos se mueven solas y ajenas a quien las comanda,
y cuentan con los dedos los minutos regalados
mientras esperan su recompensa de esclavas voluntarias.
Porque entre los bosques de la palabra se esconden alimañas,
y tampoco es justo abandonarlas a su suerte.
La salvación no es el don de lo bello, sino la esperanza de luz para lo miserable.
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